zarza ardiente

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sábado, 31 de marzo de 2012




Carta del Apóstol
San Pablo
a los Ministerios de Música Cristianos

La carta de San Pablo a los Efesio constituye una especie de testamento espiritual de Pablo a las iglesias de Asia Menor. La segunda parte del capítulo 5 se podría titular "Carta del Apóstol San Pablo a los Ministerios de Música Cristianos".
Pablo hace una exhortación fundamental : " ¡Llenaos del Espíritu Santo! " , seguida de cinco verbos:
  • " Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados".
  • " Cantad para el Señor desde lo hondo del corazón".
  • " Tocad para el Señor desde lo hondo del corazón".
  • " Dad gracias siempre y por todo al Dios Padre en el nombre de Jesús".
." Someteos los unos a los otros en atención a Cristo".
Esto quiere decir que la plenitud del Espíritu tiene como consecuencias el canto, la alabanza, la acción de gracias y el sometimiento mutuo. Pero, por otra parte, quiere hacernos comprender que cuando cantamos unidos unos a otros, alabando al Señor y dándole gracias por todo, estamos más abiertos a la acción del Espíritu y lo experimentamos en mayor plenitud. O sea que el canto es, a la vez, una característica de la Plenitud del Espíritu y un medio de lograrla. Es como un canal de doble dirección: Por Él recibimos la vida de Dios y por Él expresamos esta vida que está en nuestro interior. Este texto de Efesios es, pues, clave para captar la importancia de la música y el canto en nuestra vida espiritual, especialmente en su aspecto comunitario.
Pablo nos habla de cantar salmos, himnos y cánticos inspirados. Destaca el valor de la diversidad. La Biblia nos transmite ciento cincuenta salmos muy diferentes que se cantaban siguiendo variadas melodías. Durante mucho tiempo, sólo se cantaban estos poemas inspirados por el Espíritu Santo. Pablo, pide que se canten también himnos y cánticos espirituales. Dios no actúa por patrones estereotipados. Toda la creación refleja su amor por la diversidad. Según los tiempos y las circunstancias, tenemos necesidad de diferentes tipos de cantos y de música. Debemos tener esto muy en cuenta en el canto colectivo. La gran ventaja de los salmos es que nos ofrecen un texto del que podemos estar seguros que gusta a Dios, ya que Él mismo lo ha inspirado. A los salmos podemos unir los himnos que aparecen en los libros históricos, en Isaías y Jeremías, en las cartas de San Pablo y en el Apocalipsis. A ellos podríamos añadir todos los cánticos compuestos en el transcurso de los siglos y que constituyen uno de los tesoros más preciosos de la Iglesia.
Los "cánticos inspirados" debían ser improvisaciones espontáneas en base a textos bíblicos o experiencias interiores surgidas en la oración. Si se improvisan las oraciones y los testimonios ¿por qué no permitir la improvisación de los cantos?. Naturalmente procurando integrar a toda la asamblea en esta clase de cantos, evitando todo protagonismo o deseo de lucirse e intentando que la letra esté lo más cercana posible al texto bíblico.
"Cantad a Dios con todo el corazón" . Dios es el destinatario de nuestros cantos. Poco importa si son cantados en nuestro interior o en voz alta, que gusten o no a los estudiosos de la música. Si alguien canta con todo el corazón sus alabanzas a Dios, está cumpliendo su Palabra.




¿Qué dicen el Papa y los Obispos sobre el Don de la Música y el Canto?



"Sabéis cuánto apreciamos el canto. Creemos que, en la fría tristeza de un mundo congelado por el egoísmo, el canto, situado justo en su puesto -al servicio de la liturgia- , puede cooperar eficazmente a encender de nuevo la llama de la alegría y el fervor. Puede cooperar eficazmente a que se viva con más intensidad el amor fraterno fundiendo los corazones a unísono e la alabanza a Dios. Puede romper la barreras que hacen al hombre de hoy indiferente para con sus hermanos y hacer comprender mejor a las almas el auténtico espíritu de la Iglesia".
(PABLO VI . 1.969)
" La música tiene capacidades altísimas para expresar las riquezas de toda cultura. Pero no sólo eso, sino que por su naturaleza puede hacer resonar melodías interiores, despierta intensas y profundas emociones, ejerce un poderoso influjo con su encanto.
Tanto si exalta la palabra del hombre como si da forma melódica a la Palabra que Dios ha revelado a los hombres, la música, como voz del corazón, suscita ideales de belleza, de perfecta armonía, de comunión universal. Por su trascendencia, la música es también expresión de libertad. Por tanto, la música tiene -en sí misma- valores esenciales que interesan a todo hombre. Basándose en estas dotes, que todos pueden experimentar, la música es propuesta como lenguaje ejemplar de comunicación. Se trata de un lenguaje universal, en cuyos sonidos los espíritus concuerdan y se funden en fraternidad de mentes y corazones. Porque la música está dotada, entre todos los medios artísticos, de una particular fuerza de penetración en los espíritus.
Como es sabido, la Iglesia ha cultivado y favorecido siempre la música, en cuanto testimonio de la riqueza vital de una comunidad. Es más: la Iglesia cree e insiste a fin de que en el momento más elevado de su actividad, como es el de la liturgia, la música entre como elemento de glorificación a Dios, como expresión y apoyo de la oración.
Para ello será indispensable una gran disciplina espiritual, no menor por cierto que la que es necesaria para una buena ejecución musical. Es decir, hace falta una vida iluminada no sólo por el arte, sino también por la fe, y vivida en comunicación y amistad con Dios".
(JUAN PABLO II . 1.985)
"Entre los muchos signos y símbolos usados por la Iglesia para celebrar su fe, la música es de importancia preeminente. Constituye una parte necesaria e integral de la liturgia. Sin embargo, la función de la música es ministerial : debe servir y nunca dominar. La música debe ayudar a los creyentes reunidos a expresar y compartir el don de la fe y a nutrir y fortalecer su compromiso interno con Dios. Debe realzar los textos de modo que hablen más plena y efectivamente. Ha de impartir un sentido de unidad.
La calidad del gozo y del entusiasmo que la música añade al culto de la comunidad, no puede ser obtenida de otro modo".
(OBISPOS de U.S.A. . 1.972)
"Toda la asamblea cultual ejerce el ministerio de música. Sin embargo, algunos miembros de la comunidad son reconocidos especialmente para dirigir la alabanza y la acción de gracias musicales de las asambleas cristianas. Son los músicos pastorales, cuyo ministerio es especialmente apreciado por la Iglesia.
¿Qué motiva al músico pastoral? ¿Por qué dedica tanto tiempo y esfuerzo al servicio de la Iglesia en la oración? La única respuesta puede ser que el músico eclesial es, primero, un discípulo y, después, un ministro. El músico pertenece, ante todo, a la asamblea; es, sobre todo, un fiel que rinde culto. Como cualquier miembro de la asamblea cristiana, el músico pastoral necesita ser un creyente, experimentar la conversión, escuchar el Evangelio y proclamar la alabanza de Dios. Y es también un ministro, que sirve a la comunidad y expresa el amor de Dios y del prójimo por medio de la música.
Se necesitan esfuerzos adicionales para formar hombres y mujeres para el ministerio de música. El ministerio de música debe ser reconocido como parte valiosa del esfuerzo pastoral. El clero y los músicos deben trabajar por la cooperación y el respeto mutuos en el logro de unas metas comunes".
(OBISPOS de U.S.A. . 1.982)
" El ministerio de los músicos, cantores y encargados de la animación musical de la comunidad cristiana es un servicio nobilísimo, difícil, no siempre valorado, meritorio en sumo grado. Todas estas personas, conscientes de su función y perseverantes en su empeño, están contribuyendo -si realizan bien este ministerio- a que la comunidad cristiana celebre mejor y, por tanto, vaya madurando en su fe y en su propia identidad".

"...Música y Espíritu..."


El viento del Espíritu Santo, cuando toca las cuerdas del alma y sus potencias, se convierte en música interior y en melodía de Dios para nosotros. "Su sonido -nos dice San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual- excede todos los sonidos del mundo" . Pero esta música es secreta e interior. Es "la música callada, la soledad sonora" que recuerda el gran místico español.


Cuando esta música interior se exterioriza en letras inspiradas y en canciones ungidas, brota una música nueva y espiritual, que lleva a la oración y a la alabanza de Dios, que sana y santifica al que la canta, y se hace evangelizadora de los que la oyen. Hoy necesitamos una música así en la Iglesia.


El Concilio Vaticano II afirmaba en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia que "la finalidad de la música sagrada es la gloria de Dios y la santificación de las almas"(SC 112). Mal se podría glorificar a Dios y santificar a los hombres si la música y sus textos no estuviesen ungidos por el Espíritu Santo y acordes con la doctrina de la Iglesia, con las fuentes litúrgicas y las letras de la Biblia (SC 121). Dentro de la música religiosa, el canto gregoriano obtuvo en la liturgia romana un lugar privilegiado. La polifonía sacra llenó horas gloriosas de las Misas solemnes y del canto litúrgico. A su lado, la Iglesia también admitió los demás géneros de música sacra, que expresaban la oración con mayor delicadeza y fomentaban la unanimidad de los fieles (SC 116) y la participación activa de toda la asamblea (SC 121). ( Sacrosanctum Concilium SC )


San Pablo reclamaba ya para los creyentes de las primeras iglesias que "se dejasen llenar por el Espíritu Santo y que se expresasen entre ellos con salmos, con cánticos e himnos inspirados, cantando y tocando con toda el alma para el Señor" (Ef 5, 19). Y añade que "cantemos a Dios de corazón con acción de gracias, salmos, himnos y cánticos inspirados" (Col 3, 16). No se habla aquí de inspiración musical humana, sino de moción inspirada por el Espíritu Santo. En las reuniones cultuales, el Espíritu de Dios llenaba los corazones, desataba las lenguas en salmos, himnos y cánticos, muchas veces espontáneos, y otras en forma de canto en lenguas y melodías carismáticas. Así, mediante cánticos espirituales se edifica la comunidad cristiana y se manifiesta como santa. La comunidad que entona himnos, es ya la alborozada Esposa del Cordero, que celebra a su Dios con cánticos de júbilo.


El cántico inspirado por el Espíritu eleva el alma hacia Dios. Santa Teresa de Jesús nos cuenta en Conceptos del Amor de Dios 7,2 : "sé de una persona que estando en oración, oyó cantar una buena voz, y certifica que, a su parecer; si el canto no cesara, que iba ya a salirse el alma del gran deleite y suavidad que Nuestro Señor le daba a gustar..." Se trataba del canto: "Véante mis ojos, dulce Jesús bueno; véante mis ojos, muérame yo luego". La música religiosa puede curar heridas profundas. Cuando Corrie Ten Boom regresaba a Holanda desde el campo de concentración nazi para mujeres, se acercó en Haarlem a su antiguo hogar , que ya no era su casa, pero que aún formaba parte de su corazón. La música del carillón de campanas hizo sonar el canto "Ein' feste Burg its unser Gott": ("Castillo fuerte es nuestro Dios"). Corrie se sintió liberada. Desde ahora Dios era su casa fuerte. Una música inspirada la había sanado.


Hay una música que se convierte en oración personal y compartida, en respuesta de Dios al hombre, en gozo de su presencia y en alabanza de su Gloria, en camino hacia Dios


Introducción.
¿Tiene la Biblia algo que decir sobre la música y el canto como ministerios en la Renovación Carismática, en la Iglesia?
¿Puede la Palabra de Dios iluminar de un modo nuevo y "renovador" el ejercicio de los carismas relacionados con este ministerio?
La perspectiva de Dios, manifestada en la Biblia, ¿debe cambiar nuestras actitudes e impresiones personales acerca del tema?
¡¡¡ Sí, por supuesto !!!
La música ocupa un lugar importante en la Palabra de Dios. Más de 40 libros de la Biblia nos hablan directamente de ella, sumando casi 600 pasajes. ¡Casi nada!. Esto sin contar las numerosísimas referencias indirectas. Por tanto, haremos bien en leerlos y aprender. Todos los aspectos actuales de la música y el canto son abordados por la Palabra de Dios.
En tus murallas, Jericó.
La música aparece en 563 citas del Antiguo Testamento. Y lo hace ya desde las primeras páginas del Génesis. En Gen.4, 20-22 se nos describe la primera especialización de las actividades humanas. Tres hijos tuvo Lamek: Yabal, Yubal y Túbal Caín. Yabal "vino a ser el padre de los que habitan tiendas y crían ganado". Túbal Caín "padre de todos los forjadores de cobre y de hierro". El segundo de los hermanos, Yubal, fue "padre de cuantos tocan la cítara y la flauta". La palabra de Dios nos da a entender que los alimentos y los productos manufacturados no sacian las necesidades del hombre. Junto a estas actividades, la Biblia pone la música. Dios nos revela que no es suficiente atender las necesidades materiales del hombre. El nos ha creado con ciertas necesidades "estéticas"" y ha creado la música para satisfacer esas necesidades.
Desde siempre, la música ha servido para expresar la alegría y la alabanza a Dios. El Señor le preguntaba a Job: "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra, alababan las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios?" (Job 38,7).
Si leemos el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la música, nos impresiona la importancia que tenía en la vida del pueblo de Dios. Estaba asociada a todos los aspectos de su existencia personal y colectiva. La música está presente siempre, en todos los lugares, tanto en la vida cotidiana como en la religiosa. Todas las épocas del año están marcadas por cantos aprendidos o improvisados. Se cantaba en:
  • las siegas y en las vendimias (Esd 9,2; 16,10. Jer 31, 4-5)
  • al momento de partir (Gen 31,27)
  • y en los reencuentros (Jc 11, 34-35 ; cf. Lc 15, 25).
  • a la llegada de la primavera (Cant 2, 12)
  • y al descubrir el manantial (Nm. 21, 17)
  • El novio cantaba al presentarse a la amada (1 Mac 9, 3)
  • Había cantores y cantoras en la corte del Rey (2 Sam. 19, 35)


En los libros del Antiguo Testamento aparecen toda clase de cantos:
  • Cantos de marcha (Nm 10, 35-36 . 2 Cro 20, 21)
  • Cantos de peregrinación a Jerusalem (Sal 121 a 134)
  • Cantos laborales (Num 21, 16-18 ; Jc 9, 27 ; Is 5,1 ; Is 27, 2 ; Is 65, 8 ; Jer 25, 30 ; Jer 48, 33 ; Os 2, 17 ; Zac 4, 7 ; Job 38,7)
  • Cantos de amor (Sal. 45 ; Cant 2, 14 ; Cant 5, 16 ; Ez 33, 32)
  • Cantos para beber (Job 21, 12 ; Sal 69, 13 ; Is 24, 9 ; Is 33, 11)
  • Cantos para danzar (1Sam 18, 6-7 ; 21,12 ; 29,5 ; Sal 26,6 ; 68,26 ; 87,7)
Las más antiguas menciones a música y cantos improvisados están asociadas a las guerras (Num 21, 11-15 ; 21,27 ; 21,30¿ y a las victorias que Dios obtuvo en favor de su pueblo (Ex 15, 1 y ss. ; 1Sam 18,6 ; 21,12 ; Is 14,4). Las mujeres recibían a los vencedores con panderos y danzas, cantando en coros que se alternaban. En tiempo de los reyes se mantuvo esta costumbre: Después de su victoria, Josafat subió al templo al son de cantos , arpas y trompetas (2 Cro 20, 28). Se cantaba durante las fiestas y las bodas (Sal 45,9 ; 2Sam 19,35 ; Is 24, 8 ; Mat 11,17). Se cantaba "al son de panderos, del arpa y la flauta "(Job 21,12 ; Sal 30, 12 ; Is 5,12 ; 24, 8-9 ; Jer 25,10 ; 31, 4 ; Am 6, 5). En estos pasajes encontramos ejemplos de las tres categorías de instrumentos que se usaban: de cuerda, de viento, y de percusión.
Hay cantos de júbilo tanto en la salida de Babilonia (Is 48, 20 ; Sal 126, 5) como en la liberación definitiva de los redimidos (Is 35, 10). En los entierros, se cantaban elegías fúnebres (2 Sam 1, 18-27 ; 3, 33 y ss ; 2 Cro 35, 25). Aún el más pobre de los israelitas debía hacer venir como mínimo a dos músicos que tocaran la flauta para el entierro de alguno de su familia.
La música acompaña el ejercicio del ministerio profético. En tiempos de Samuel, había grupos de profetas que tocaban salterios, arpas, panderos, y flautas (1Sam 10, 5 ; 16, 16 y ss ; 19, 20-24).Eliseo pidió a un músico que tocara el arpa para poder el expresar lo que Dios le inspiraba. La música era utilizada también para echar los malos espíritus (1Sam 16, 16 ; 18, 10).


La música se utilizaba regularmente en el culto del templo, tal como había ordenado el Señor: "En el día de vuestra fiesta y en las solemnidades, tocaréis las trompetas durante vuestros holocaustos y sacrificios de comunión. Así haréis que vuestro Dios se acuerde de vosotros (Num 10, 10).


Cuando transportaron el arca a Jerusalén, "David y toda la casa de Israel bailaban delante de Yaveh con todas sus fuerzas, cantando con citaras, arpas, panderos, flautas y címbalos" (2Sam 6, 5). Los especialistas en el tema han clasificado hasta treinta instrumentos musicales utilizados por los hebreos. No todos eran utilizados por el pueblo; David hizo que el uso de alguno de ellos se limitase exclusivamente al culto del tabernáculo.


Los cantos y la música resonaban sobre todo durante los sábados y las fiestas. Desde por la mañana se cantaba un salmo que variaba según el día de la semana. La mañana del sábado, los levitas cantaban los primeros versículos del Salmo 105. La jornada estaba dividida en seis períodos. Cada uno de ellos se introducía con el canto de algunos versículos del Cántico de Moisés (Sal 90, 1-6 ; 7; 13 ; 14-18 ...) Por la noche, los levitas clausuraban la jornada cantando el Salmo 96.


Cada fiesta era celebrada por uno de los salmos en particular. En la fiesta de los Tabernáculos, la asamblea entonaba el Salmo 118 caminando alrededor del altar. El último dia, "el más grande de la fiestas" , un sacerdote iba al estanque de Siloé para sacar agua con un cántaro de oro. Cuando volvía, el pueblo lo recibía a la puerta de la ciudad cantando: "sacaréis con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3). Mientras el sacerdote derramaba solemnemente el agua sobre el altar, los otros sacerdotes tocaban las trompetas y los levitas cantaban, acompañados por los flautistas. En este marco, podemos entender mejor las palabras de Jesús en (Jn 7, 37). Esa noche, la fiesta se prolongaba hasta el primer canto del gallo. Hombres y mujeres se reunían en el atrio del templo a danzar y cantar al ritmo de los instrumentos de los levitas.


David fue el primer responsable de un ministerio de música carismático. En (1Cro 15, 16-22) se nos explica como lo organizó. Inventó instrumentos (Am 5, 23) para acompañar los "cantos en honor a Dios" (1Cro 16, 42). Más tarde estableció 4.000 levitas para "alabar al Señor con sus instrumentos" (1Cro 23, 30). Recibían diez años de formación para poder ejercer este servicio y no podían empezar su ministerio antes de los 30 años (1Cro 23, 3). Los maestros de música y canto estaban divididos en 24 grupos de 12 hombres; un total de 288 levitas "expertos en todo lo referente al canto al Señor, instruidos y aptos" (1Cro 25, 7). Estos enseñaban la música a sus hermanos. Asaf, Jedutún y Hemán dirigían este gigantesco ministerio de música. Daban la señal de empezar con sus címbalos. Otros ocho músicos guiaban la melodía con el arpa.


Salomón continuó con este ministerio de música carismático. Para la inauguración del templo, 120 sacerdotes tocaban trompetas al mismo tiempo que un gran coro cantaba a una sola voz: "porque es bueno, porque es grande su Amor".(2 Cro 5, 13). Y Dios manifestó su aprobación "llenando el templo de su Gloria".


En Cro 29, 26-30 y 35, 15, vemos nuevos modelos para nuestros modernos ministerios de música.


Con el exilio (S.VI a. de Cristo) el canto pasó del templo a las sinagogas, no sólo se continuó cantando los salmos, sino que toda la escritura era leída cantando. De los ocho grupos de instrumentos mencionados en el Antiguo Testamento, solamente la mitad tenía acceso al templo. Sólo los descendientes de Leví podían tocar en el Santuario y debían hacerlo de una determinada manera, apropiada para el culto. Esto nos enseña que había unos criterios establecidos en lo referente a la utilización de instrumentos musicales, y que no estaba permitido que cada uno hiciera lo que mejor le pareciese para alabar a Dios.
Las mujeres también participaban en el coro del Templo. Esdras habla de "doscientos cantores y cantoras " (Esd 2, 65). En 1Cro 25, 5 y ss se nos habla de tres hermanas instruidas para el canto en la casa de Dios. Los cantores recibieron del rey Agripa el privilegio de llevar una túnica blanca, distintivo de los sacerdotes. La "orquesta" del templo estaba compuesta, sobre todo, por instrumentos de cuerda con sonidos suaves (arpas y salterios). Podemos decir que, a pesar de haber muchos instrumentos, las voces no tenían ninguna dificultad para sobresalir y así ser escuchadas. En el culto, había lugar para el canto de los solistas, el coro y las distintas clases de instrumentos.
El Antiguo Testamento nos presenta también ejemplos del mal uso de la música. En Ex. 32, 17 se menciona la música que hicieron los israelitas después de haber levantado el becerro de oro.
Pablo nos explica en 1Cor 10, 6-8 el carácter maléfico y las consecuencias negativas de esta clase de música.
En el libro de Daniel, se nos cuentas como el rey Nabucodonosor utilizaba la música al servicio de la idolatría y la glorificación del hombre (Dn 3, 5).
Amos en Am 6, 5 habla de la música religiosa que no es agradable a Dios. Y en el cap. 5, 23 , el Señor reprende a los que hacen música religiosa sin que su corazón esté consagrado a Él: "Quita de mí lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas".
Cantar con la Biblia




Hasta hace poco, se ignoraba casi por completo cual era el carácter de la música hebrea. Se suponía que era similar al de otras culturas de la zona: una música monódica, sin armonía. En 1978, Susana Haïk publica el libro "La música de la Biblia revelada" que presenta una serie de sorprendentes descubrimientos sobre el tema. Algunos investigadores habían notado que, además de los puntos que indican la vocales, las Biblias hebreas llevan - por encima y por debajo de las letras- pequeños signos. ¿Qué significan?. ¿Son anotaciones sintácticas, para marcar separación o encadenamiento de palabras, o son anotaciones musicales?.
Estos signos aparecen en los manuscritos más antiguos, como los encontrados a orillas del Mar Muerto. Haïk consiguió descifrar el significado de estos signos. Dice su libro: "Los signos inferiores son peldaños que constituyen una escala, espaciados según las normas por las que nos regimos hoy en día". La "escala de DO" se corresponde con la escala Babilónica llamada "Lidia" (pág. 48). Los signos superiores son, para Haïk "notas añadidas que indican cambios de tono de la melodía" (pág. 52). Dado que la música se ajustaba fielmente al texto y todas la sílabas tenían la misma duración, no hacían falta signos rítmicos.
En una palabra: ¡Se cantaba todo el Antiguo Testamento!. Y gracias a estos símbolos, que pasan casi desapercibidos arriba y debajo de las letras, podemos conocer la melodía con que se cantaban todos los textos bíblicos. Dice Haïk que en "esta cantilación bíblica, la música no se distingue con una vida propia, independiente, sino que es puro reflejo del sentido relativo de las palabras, dando al texto una segunda vida, una especie de eco enriquecedor" (pág. 51).
Estos signos son las transposición gráfica de un sistema de gestos muy antiguo: La Quironomía. Este sistema aún se utiliza en muchos países de Europa para enseñar una melodía. Cada tono se corresponde con un gesto. La Biblia hace muchas alusiones a Quironomía. Habla del uso de las dos manos en el período de David; textualmente "según las manos de David" (en algunas traducciones, dicen los autores de Crónicas). En 1Cro.25, 2 y ss se cuenta como una obra de música litúrgica era dirigida sólo con la mano. Son estos gestos los que han sido anotados en las Biblias hebreas. Era suficiente, por tanto, con atribuir a cada gesto una nota, para poder reconstruir la música de todo el Antiguo Testamento.
Además de esta cantilación, en la Biblia hay otros dos tipos de cantos: La salmodia con canto respuesta y el canto antifonal. Un buen modelo del primero lo tenemos en el Salmo 136: el coro se repite en cada versículo y alterna con el relato de las intervenciones del Señor en la vida del pueblo. El canto antifonal se describe en el capítulo 13 de Nehemías, a partir del versículo 8. En el v.24 dice :" Los jefes de los levitas y sus hermanos cantaban himnos de alabanza y de acción de gracias en grupos alternos, según las instrucciones de David".
El Nuevo Testamento contiene únicamente 12 pasajes con indicaciones relativas a la música. Sin embargo, sabemos que la Iglesia primitiva tiene muchos puntos de continuidad con el pueblo de la antigua alianza y, al principio, sus celebraciones fueron similares a las de las sinagoga. Si los hebreos tenían razones para cantar y alabar a Dios, los cristiano tenían aún muchas más.
El Nuevo Testamento comienza con un canto profético de María: "El Magnificat" (Lc 1, 45-55). Según las costumbres del pueblo hebreo, un poema de este tipo debía recitarse cantando.
El nacimiento de Jesús fue anunciado por el más fantástico ministerio de música que jamás se haya oído sobre la tierra: miles de ángeles entonando el Gloria, que después seria cantado por millones de cristianos (Lc 2, 14). Algunos días más tarde, Ana y Simeón desbordaron de alegría cuando vieron a Aquel que el pueblo esperaba desde hacía muchos siglos, y lo saludaron con un himno de alabanza al Salvador (Lc 2, 22-38).
Estos poemas fueron, con toda seguridad, cantados, como lo serán después durante siglos y siglos por los cristianos.
Jesús participó - como cualquier otro israelita en el canto de los salmos de alabanza y penitencia, tanto en la sinagoga como en el Templo. Hay un momento muy especial, tras la Última Cena, narrado en (Mc 14, 26): "Cuando hubieron cantado el salmo, salieron al Monte de los Olivos".
Los primeros cristianos mantuvieron la tradición judía de cantar los salmo0s. Participaban en el culto del Templo y los cantaban también entre ellos en las casas. El hábito de cantar y el sentido espiritual del canto debía ser algo verdaderamente arraigado en ellos, cuando en una situación tan apurada como la que vivieron Pablo y Silas en la prisión de Filipos, los cánticos brotaban espontáneamente de su corazón.
La orden de cantar es menos frecuente en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento, pero la encontramos en las cartas de San Pablo a los Colosenses (3, 16) y a los Efesios. Esta última carta constituye una especie de testamento espiritual de Pablo a las iglesias de Asia Menor. La segunda parte del capítulo 5 se podría titular "Carta del Apóstol San Pablo a los Ministerios de Música Cristianos" . Pablo hace una exhortación fundamental : "¡Llenaos del Espíritu Santo!" , seguida de cinco verbos:
  • - "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados".
  • - "Cantad para el Señor desde lo hondo del corazón".
  • - "Tocad para el Señor desde lo hondo del corazón".
  • - "Dando gracias siempre y por todo al Dios Padre en el nombre de Jesús".
  • - "Sometidos los unos a los otros en atención a Cristo".
Esto quiere decir que la plenitud del Espíritu tiene como consecuencias el canto, la alabanza, la acción de gracias y el sometimiento mutuo. Pero, por otra parte, quiere hacernos comprender que cuando cantamos unidos unos a otros, alabando al Señor y dándole gracias por todo, estamos más abiertos a la acción del Espíritu y lo experimentamos en mayor plenitud. O sea que el canto es, a la vez, una característica de la Plenitud del Espíritu y un medio de lograrla. Es como un canal de doble dirección: Por Él recibimos la vida de Dios y por Él expresamos esta vida que está en nuestro interior. Este texto de Efesios es, pues, clave para captar la importancia de la música y el canto en nuestra vida espiritual, especialmente en su aspecto comunitario.
Pablo nos habla de cantar salmos, himnos y cánticos inspirados. Destaca el valor de la diversidad. La Biblia nos transmite ciento cincuenta salmos muy diferentes que se cantaban siguiendo variadas melodías. Durante mucho tiempo, sólo se cantaban estos poemas inspirados por el Espíritu Santo. Pablo, pide que se canten también himnos y cánticos espirituales. Dios no actúa por patrones estereotipados. Toda la creación refleja su amor por la diversidad. Según los tiempos y las circunstancias, tenemos necesidad de diferentes tipos de cantos y de música. Debemos tener esto muy en cuenta en el canto colectivo. La gran ventaja de los salmos es que nos ofrecen un texto del que podemos estar seguros que gusta a Dios, ya que Él mismo lo ha inspirado. A los salmos podemos unir los himnos que aparecen en los libros históricos, en Isaías y Jeremías, en las cartas de San Pablo y en el Apocalipsis. A ellos podríamos añadir todos los cánticos compuestos en el transcurso de los siglos y que constituyen uno de los tesoros más preciosos de la Iglesia.
Los "cánticos inspirados" debían ser improvisaciones espontáneas en base a textos bíblicos o experiencias interiores surgidas en la oración. Si se improvisan las oraciones y los testimonios ¿por qué no permitir la improvisación de los cantos?. Naturalmente procurando integrar a toda la asamblea en esta clase de cantos, evitando todo protagonismo o deseo de lucirse e intentando que la letra esté lo más cercana posible al texto bíblico. "Cantad a Dios con todo el corazón" (Col 3, 16). Dios es el destinatario de nuestros cantos. Poco importa si son cantados en nuestro interior o en voz alta, que gusten o no a los estudiosos de la música. Si alguien canta con todo el corazón sus alabanzas a Dios, está cumpliendo su Palabra.
Y ¿qué nos dice sobre la música el último libro de la Biblia?
En la eternidad, al final de la historia de la humanidad, el canto permanecerá como una de las ocupaciones de los huéspedes del cielo: Los 24 ancianos cantan un canto nuevo en honor del Cordero:
"Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos..." (Ap 5, 9-10)
Los 144.000 redimidos adoran a Dios por medio del canto:
"La victoria es de nuestro Dios que está sentado en el Trono y del Cordero"
Y todos los ángeles adoran a Dios cantando:
"La Alabanza, la Gloria, la Sabiduría, la Acción de Gracias, el Honor, el Poder y la Fuerza..." (Ap 7, 10-12)
Cuando el séptimo ángel toca la trompeta, unas voces poderosas entonan el himno de victoria (Ap 11, 15). Los que habían vencido a la bestia estaban "en pie, sobre el mar de cristal, con las arpas de Dios. Y cantaban el Cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero" (Ap 15, 2-3).
Parafraseando a Pablo en 1Cor 13, 8, podemos decir: La predicación y la Evangelización cesarán en el cielo ... pero la música de adoración ¡continuará!

Un arma cargada de Espíritu Santo
Yavhé dijo a Josué:
"Mira he puesto en tus manos a Jericó, a su rey a todos sus guerreros. Marchad vosotros alrededor de la ciudad dando una vuelta en torno a ella. Así haréis por seis días: siete sacerdotes llevarán delante del Arca siete trompetas resonantes. Al séptimo día daréis siete vueltas. Los sacerdotes irán tocando las trompetas. Cuando ellos toquen repetidamente el cuerno potente y oigáis el sonar de las trompetas, todo el pueblo se pondrá a gritar fuertemente y las murallas de la ciudad se derrumbarán". (Josué 6, 2-5)
Yavhé había hablado a su siervo y Josué obedeció. Durante seis días consecutivos, sus hombres habían paseado el Arca en torno a las murallas de la ciudad de Jericó. Al séptimo día emprendieron las siete vueltas finales, tal como les había sido ordenado.
Al ser informado de estas maniobras, el rey de Jericó se echó a reír con buen humor y mando un mensaje a Josué en el que se decía: " ¿Crees que vas a derribar mi ciudadcon el viento de tus trompetas? ".
Los hebreos continuaron caminando alrededor de las murallas. Delante iban los sacerdotes abriendo camino; después seguía el Arca y más atrás iba el ejército hebreo. Mientras, en la ciudad de Jericó los niños se asomaban a las almenas y se divertían escupiendo sobre el Arca e imitando el sonar de las trompetas.
Cuando los hebreos comenzaron la cuarta vuelta, las mujeres de Jericó acudieron a sentarse entre las almenas para ver el espectáculo. Tiraban piedras a los hebreos, se mofaban de ellos y los insultaban.
Al iniciar los hebreos la quinta vuelta, los viejos y los tullidos de Jericó acudieron a verlos y a abuchearlos, mientras dirigían los puños hacia ellos, más burlones que amenazadores. Sus gritos se mezclaban con el claro sonido de las trompetas.
A la sexta vuelta, el rey en persona subió a una torre de granito tan alta que las águilas construían en ella sus nidos, y tan dura que los rayos no podían hacer mella en sus piedras.
El rey, divertido, reía a mandíbula batiente y entre lágrimas de regocijo, gritó: ¡Que buenos músicos son estos hebreos!
A su alrededor reían los Ancianos del Consejo y los oficiales y los nobles...
A la séptima vuelta, las murallas se derrumbaron.
La música ha tenido - y tiene - un papel importante en toda civilización. Es una de las grandes actividades humanas; para muchos, la mas bella. Pero, ante todo y sobre todo la música es un don de Dios. Porque "Todo don perfecto viene de los alto, del Padre de las luces" (Sant 1, 17). Es Dios quien "da cánticos en la noche" (Job 8, 21).
Fue el Señor quien ordenó a Moisés escribir un cántico y enseñárselo a todo el pueblo de Israel (Dt 31, 19 y ss), quien puso en la boca de David un cántico nuevo (Sal 40, 2) y quien inspiró a los salmistas la orden "Cantad al Señor!" que nos repiten en casi 30 ocasiones. En la lista de los dones del Espíritu que edifican la Comunidad (1Cor 14,26), el primero tiene mucho que ver con la música: "cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo ...".
Muchos cristianos nunca han sido conscientes de esto: la música es un precioso don de Dios. Otros no se han atrevido a abrir el regalo, examinarlo y ver para qué lo podían utilizar. Hay algunos que sí valoran este don, pero lo utilizan únicamente para su satisfacción personal... ¿Cómo descubrir el verdadero sentido que Dios quiere dar a la música en nuestra vida y en nuestra fe, tanto en el plano personal como en el comunitario?.
En la Renovación Carismática, el Señor nos regala el don de la música y el canto como un precioso carisma de oración y Evangelización, que construye la comunidad siendo cauce del Amor de Dios y de la alabanza de su Gloria. La música es un gran tesoro que el mismo Dios pone en nuestras manos y que se hace canal; canal maravilloso por donde corre su agua viva. El canto en la Renovación Carismática no es una evasión ni, - por supuesto- una distracción. Y tampoco se puede reducir a un cuestión de gusto, técnica o talento natural. En los grupos carismáticos de oración, el canto nace del Espíritu, manifiesta la gloria de Dios y coopera en la salvación de los hombres.
Cantar en el Espíritu es cantar más con el corazón que con la voz. Es expresar el amor de Dios que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". Es un canto nuevo que surge de hombres y mujeres nuevas, renovados y renovadas por el poder de la Sangre de Jesús, por el poder de su muerte y resurrección. Cantar y tocar para el Señor de este modo supone ser dóciles al Espíritu Santo, entregando a Dios todo el corazón, aceptando vivir y actuar en el Señorío de Cristo.
Cantar a Dios no es ofrecerle nuestro canto, sino ofrecerle nuestro corazón. En el canto Dios manifiesta su poder, y nosotros nos entregamos a El. El canto es así un signo, un puente, una señal de amor entre Dios y nosotros. Dios nos une a El, nos da su Espíritu de Amor, y en El podemos amarnos los unos a los otros. Cantamos desde lo profundo de nuestro ser. Desde ahí dentro, Dios - que habita en nosotros- se une a nuestro Espíritu. Cantamos en la presencia de Dios, ungidos por esta presencia.
Cuando se canta en el Espíritu, Dios se entrega en el canto. Dios actúa con poder, transformándonos. Manifiesta su voluntad, su corrección, su ternura, su consuelo... su Gloria. En la Renovación Carismática, la música no tiene sentido en si misma. La música es oración, ése es su sentido primordial: Don maravilloso de nuestro Dios que primero construye el acueducto y, luego, hace correr por él - hasta los confines de la Tierra- su Agua Viva.
Canto nuevo, música ungida... el carisma de la música y el canto es un don - entre los múltiples y variados que el Señor nos regala- para enriquecer y construir la comunidad. La música tiene pues su papel importante en toda celebración litúrgica o en cualquier reunión de oración. Pero no debemos olvidar qué es lo esencial en una reunión de cristianos: "la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y las oraciones" (Hch 2, 42). La música es servidora, no dueña; servidora de la Palabra, de la Oración, de la Comunión... no la dejemos usurpar un lugar que no le corresponde. Estemos atentos para rechazar toda idolatría: La música es canal, no fuente.
Dice Teilhard de Chardin que la música nos aporta "el sentimiento de un gran presencia". Podríamos señalar cuatro aspectos en los que este carisma construye, ayuda, sirve a una comunidad orante:
  • Nos une en la alabanza y la adoración.
  • Nos abre y nos predispone a la escucha.
  • Nos facilita a todos la posibilidad de expresar actitudes interiores, experiencias espirituales (a veces mucho mejor que con palabras).
  • Nos enseña verdades espirituales y las graba en nuestra mente y nuestro corazón.
Si la música es un don de Dios, ningún cristiano puede despreciarla o desinteresarse de ella. Puesto que este don se compone de distintos elementos, valoremos cada uno de ellos como regalo de nuestro Padre. Los estudiosos señalan hasta diez elementos en la música; nosotros nos conformaremos - por ahora- con pararnos en tres de ellos: Ritmo, Melodía y Armonía.
1.Ritmo
Aceptar el ritmo como un regalo de Dios quiere decir, en primer lugar, aceptar cantos con toda clase de ritmos.Incluso si son nuevos para nosotros. En la creación de Dios no hay uniformidad. Si todos nuestros cantos tienen un ritmo parecido o - lo que es peor- nosotros los cantamos con un ritmo parecido, no estamos reflejando la infinita riqueza de nuestro creador y la variedad de todo lo que sale de su mano.
Una de las dificultades de las personas mayores con los cantos "modernos" es su ritmo. Los cantos "de antes" se componían, en su inmensa mayoría, con blancas, negras y alguna corchea con puntillo. Actualmente se emplean muchos ritmos sincopados, se acentúan los tiempos débiles... y muchos hermanos y hermanas se "despistan" o se cierran considerándose incapaces de aprender y cantar estas "novedades". Sin embargo son una riqueza dada por el mismo Dios que inspiró otros cantos más tradicionales; si El nos da una mente abierta y un poco de paciencia podemos aprenderlos correctamente y compartir esta riqueza. En el tiempo dedicado a ensayo de cantos, que debe haber antes de una celebración y oración común, acostumbrarnos al ritmo del canto debe ser lo primero, puesto que normalmente es lo más difícil. Para ello, antes de cantar la melodía, podemos marcar el ritmo al mismo tiempo que decimos la letra.
2. Melodía
La inmensa mayoría de nuestras melodías están formadas por solo diez notas. Es Dios quien nos ha dado esta riqueza impresionante de cantos, resultando de las casi infinitas combinaciones hechas con esas diez notas las experiencias, vivencias, intuiciones, profecías, palabras inspiradas de hermanos y hermanas de todo el mundo y de todas las épocas, expresadas a través de la música son un tesoro inmenso que todos podemos compartir.
Para ello es clave entrar en la intimidad de una melodía para poder comprender y, si es posible, vivir lo que el compositor o la compositora querían expresar. Captar el sentimiento o intuición fundamentales de un canto y sus matices, a través de su melodía.
3. Armonía
Ha sido Dios quien ha creado la diversidad de voces: voces masculinas o femeninas, tenores o bajos, sopranos o contraltos. El canto a varias voces es un reflejo del misterio de Dios y de suplan para nosotros como Iglesia: Unidad en la diversidad. Si cada uno y cada una contribuimos al canto colectivo según las características de la voz que el Señor nos ha dado, cantaremos mejor, armoniosamente, sin dañar ni cansar innecesariamente nuestra garganta, y el resultado reflejará mucho mejor la multiforme sabiduría de Dios.
Un "precursor" de la Renovación Carismática, John Wesley, resumía en cinco reglas sus indicaciones en relación a este don del canto ( Obras completas de John Wesley ,vol. 14, pág. 346 ):
  1. Que todos canten.
  2. Cantad alegremente y con ánimo.
  3. Cantad humildemente, para cantar unidos y en armonía.
  4. Cantad al mismo ritmo.
  5. Sobre todo: Cantad espiritualmente. Dirigid vuestra mirada a Dios en cada una de las palabras que cantéis. Procurad agradar a Dios más que a vosotros mismos o que a cualquier otra criatura. Para ello, centraos sólo en lo que estáis cantando y velad para que vuestros corazones no se aparten de El a causa de la música, sino que a través de ella sean constantemente ofrecidos a Dios .¡Éste es el canto que el Señor aprueba!
Este último punto resumiría también toda la doctrina de los padres de la Iglesia: cantar con el corazón, ésta es la actitud fundamental para cantarle al Señor.
Para San Agustín , "si queremos dar Gloria a Dios, necesitamos ser nosotros mismos los que cantamos, no sea que nuestra vida tenga que atestiguar contra nuestra lengua. Sólo se puede cantar a Dios con el corazón cuando nos hemos rendido a El, esto es, que hemos aceptado su plan de salvación y buscamos su voluntad, tomando en serio su Palabra, cuando lo amamos. Bien se dice que el cantar es propio del que ama; pues la voz del que canta no ha de ser otra que el fervor de Amor".
Por eso agrega San Juan Crisóstomo : "A Dios se le ha de cantar, más que con la voz, con el Espíritu resonando hacia adentro. Así cantamos no a los hombres sino a Dios, que puede oír nuestros corazones y penetrar en los silencios de nuestro espíritu". En expresión de San Jerónimo "el siervo de Cristo cante de tal forma que no se goce en la voz sino en las palabras que canta". Para ello, dice San Basilio, "que la mente conozca y comprenda el sentido de las palabras cantadas, para que cantes con la lengua y cantes también con tu espíritu".
Y San Ambrosio de Milán entiende que "el canto de la comunidad cristiana es accesible para se entonado por todos, es la voz del pueblo, himno de todas las edades, de todos los sexos, de todas la clases y estados de vida. El canto que los cristiano elevan para expresar su fe en el Señor, todos han de comprenderlo, sentirlo e identificarse con El".
Así pensaban y sentían nuestros hermanos y hermanas de los siglos IV y V.
¿Y tú?
Nos dice la Palabra "cada uno, según el don que ha recibido, póngalo al servicio de los otros" (1Pe 4,10). Si has recibido el don del Señor para la música y el canto, es un talento que Dios te pide que pongas al servicio de tus hermanos y hermanas. El te pedirá cuentas de como los has usado. Si guardas su don, si lo entierras en lugar de hacerlo fructificar, sufrirás los reproches que el Señor dirige al siervo infiel. Y para utilizar correctamente este don que me ha sido confiado, no debo subes- timarlo y sobrestimarlo, sino aceptarlo. Conocerlo, valorarlo y dejar que el Señor lo haga crecer. Acoger con humildad su don: "Que nadie se tenga por mas de lo que conviene, sino que cada uno se tenga por lo que se debe tener, conforme a la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno" (Rom.12, 3).